Entrevistas

Entrevista a Nausicaa Bonnín

Actriz

“Se tiene que cambiar la mirada y pensar en nuevos contenidos”.

La Nausicaa Bonnín nos habla de cultura e inclusión desde el punto de vista artístico y de su experiencia colaborando con una entidad de Apropa Cultura.

¿Cómo crees que la cultura puede favorecer a la inclusión social?

Lo más importante para que todo el mundo se sintió incluido, es sentirse representado, verse reflejado en una historia. Es importante que haya historias para explicar dónde todo el mundo se pueda sentir reflejado. Falta abrir más el abanico y dar a visibilitar otras realidades que se están representando y son invisibles.

¿Qué significa para ti que una equipación cultural sea accesible?

Evidentemente, hay la vertiente más física a nivel de rampas, ascensores, medidas de accesibilidad, etc. pero hay que pensar más allá. A veces la subtitulación se piensa más para extranjeros que no para personas que realmente la puedan necesitar por un tema auditivo.

Estaría muy bien promover funciones más accesibles también en relación a las convenciones típicas del teatro a nivel de luces, silencio… donde todo el mundo se pueda sentir más cómodo.

Y también hay un tema económico clave, que todo el mundo que quiera se lo pueda permitir, que haya más opciones, más plataformas, más flexibilidad en definitiva en relación a la política de precios. Ir al teatro es muy caro y se tienen que poder ofrecer más posibilidades y más descuentos. Hay muy poca inclusión en este aspecto e ir al teatro sigue siendo algo muy elitista.

¿Sabéis qué tipo de público os viene a ver el día de función?

Nos informan cuando venden grupos Acerca y se conoce el programa en general dentro del sector, entre actores y actrices. Y justo es decir que todavía hay prejuicios o incertidumbres a veces, un punto de “a ver qué pasa...” Todavía hay mucho desconocimiento miedo a lo desconocido. Sería interesante poder ofrecer espacios de encuentro entre ambas partes, generar más sinèrgies, espacios de debate, coloquios… para romper barreras y miedos. Para los grupos seguro que también debe de ser interesante compartir estas experiencias.

¿Qué echas de menos todavía dentro del sector como barrera para que la cultura sea realmente inclusiva?

Pienso que estamos viviendo una crisis de contenidos. Ahora nos empezamos a plantear qué contenidos enseñamos y a quién van dirigidos. Si mucha población en general no viene al teatro es porque no interesa lo qué explicas. Hay que cambiar la mirada.

Cuando aparecen funciones como “Madre de azúcar” en el TNC que salen un poco de lo qué estamos acostumbrados, nos damos cuenta que hay que explicar otras historias y desde varios puntos de vista. Solo acabamos haciendo teatro para nosotros mismos y esto no aporta nada de nuevo.

El objetivo final tiene que ser que convivamos todos en la misma liga profesional y que se vean estos proyectos en grandes teatros, no solo en reductos concretos. Pero, evidentemente, es un primer paso que haya festivales y espacios que muestren y visibilicen propuestas donde la diversidad está presente. Tenemos que intentar tender a apuestas más fuertes, y que se hagan espectáculos inclusivos en espacios de relevancia, y no se queden en segundo término.

La base de todo es la educación, y empezando por las escuelas ya vemos que hay poca inclusión en general. Y desde la formación más profesional tampoco.

Si percibiéramos la educación desde un lugar de desarrollo personal, de más libertad y no tanto de llegar todos a unas mismas metas sería más sencillo.

En escuelas artísticas esto tendría que estar más logrado y tampoco es así. Se tienen poco en cuenta las capacidades personales. Vivimos en una sociedad productiva, y desde el punto de vista capitalista, ya estás excluido si no eres una persona económicamente productiva.

¿Consideras que hay bastante conciencia dentro del sector cultural, tanto en el ámbito político, como artístico, de que la cultura tiene que ser para todo el mundo?

Es importante donde ponemos los recursos y el tiempo. Proyectos como el qué comentábamos de “Madre de azúcar” no se podría montar en un mes, se necesita más inversión, más tiempo... tenemos que poder ofrecer proyectos de más tiempo de cocción para que todo el mundo pueda dar lo mejor de sí.

Tiene que haber mas espaldarazo institucional en este tipo de proyectos. Como individuos, empezamos a tener esta sensibilidad pero falta mucha normalización, energía y voluntad para hacer este tipo de proyectos y salir adelante.

¿Crees que falta visibilizar más la diversidad sobre el escenario y en general, en muchos proyectos culturales? 

Totalmente. En todos los ámbitos: de la diversidad pero también en temas raciales, de género, de edad... Claudia Sedó esta haciendo un gran trabajo, empieza a abrir la puerta pero todavía es muy excepcional. Es muy necesario abrir el paraguas y salir de la norma. Creo que es importante poner la energía en esto y tener escenarios más diversos y espacios donde todo el mundo se pueda sentir identificado.

Las compañías tienen que tener más diversidad y explicar historias más diversas... interesarán a mucha más gente. La gente mayor, por ejemplo, está tan poco incluida a nuestras historias. .. se tienen que escribir historias para que la gente pueda participar. Normalizamos esto y que no sea un acto excepcional, que a los espectáculos haya gente de todo tipo y de cualquier procedencia.

Todo el mundo es capaz de explicar su historia, a su manera.

¿Cuál crees que tiene que ser el papel de creador en relación a la diversidad?

Es muy importante y empieza a nacer la sensibilidad pero falta el apoyo político e institucional. Tienen que ir de la mano para que estos proyectos prosperen y vean la luz.

¿Nos puedes explicar tu experiencia colaborando con la entidad social Refugees Welcome?

Estuve un año colaborando con ellas y fue muy interesante. Me di cuenta que partimos del paternalismo, quieres ayudar desde un lugar inevitablemente de superioridad y privilegio. Me abrió mucho la mente y fue muy enriquecedor.

Hicimos con ellas 2 o 3 salidas y recuerdo la gestión complicada porque costaba concretar, ajustarse a los parámetros habituales porque todo era mucho más incierto, los horarios... costaba el compromiso con tanta antelación... los protocolos habituales eran difíciles. aprendí mucho y fue una gran experiencia.  

Se aprende a empatizar con la realidad de cada cual. Todo el mundo tiene su mundo y es bonito acompañar esto sin juicio y sin paternalismo.